Baja de los homicidios: la mentira tiene patas cortas y se llama doctrina Bullrich

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Manuel Adorni ya nos acostumbró a que de su bocota emanen todo tipo de inconsistencias. Con el mismo rictus, el jefe de Gabinete puede llenar de piropos a Javier Milei y justificar el intento de asesinato de Pablo Grillo. Sólo por eso la reivindicación que hizo de Patricia Bullrich, el pasado 10 de diciembre, no causó la sorpresa que debía. Fue en la Casa Rosada, en el marco del balance de los dos primeros años de gobierno de La Libertad Avanza.

“Garantizar el orden público implica poner fin a la barbarie del crimen y la delincuencia. Las políticas garantistas de los últimos veinte años han hecho de la Argentina un verdadero baño de sangre. Los delincuentes caminaban libres por las calles mientras los argentinos de bien se veían obligados a encerrarse tras las rejas en sus hogares. Gracias a la Doctrina Bullrich , los homicidios bajaron un 11,5 % en 2024 y se alcanzó la cifra más baja de los últimos 25 años”, dijo el funcionario ante el periodismo acreditado.

Alejandra Monteoliva, la nueva ministra de “Seguridad Nacional”, no quiso ser menos. Por esas horas dijo en LN+ ante Luis Majul que “sin evidencia no se pueden tomar decisiones” y que la reducción de los homicidios en Argentina durante estos dos años de gestión se logró gracias a ser “quirúrgicos a partir de la evidencia”. Algo que repitió en A24 ante Eduardo Feinmann (el mismo que pidió que rodara su cabeza por difundir una fake news sobre Fabrizia Pegoraro, la niña gaseada durante una represión a jubilados).

Hablar de Doctrina Bullrich suena a exageración. Pero directamente transmuta a delirio cuando esa supuesta doctrina carece de fundamentos, explicación, validez y hechos que la justifiquen. En el caso de la hipotética baja de la tasa de homicidios gracias a las políticas encuadradas en ese esquema doctrinal, la evidencia de la que habla Monteoliva no existe. Y no hace falta ser especialista para verificarlo.

Datos matan relato

En sitios oficiales, discursos y redes sociales las huestes libertarianas repiten como un mantra que Bullrich ejecutó un plan de “seguridad” cuyos resultados estarían a la vista. Pero mientras muestran avenidas porteñas despejadas para explicar el “fin de los piquetes” (en rigor, protestas sociales barridas a sangre y fuego), en el caso de la supuesta baja de los homicidios la cosa es mucho más vidriosa.

En algo no mienten Bullrich, Monteoliva y Adorni. Según datos oficiales, en 2024 la tasa de homicidios en Argentina efectivamente alcanzó valores bajos en comparación con el promedio latinoamericano e incluso mundial. Pero eso no se explica por las políticas adoptadas desde el Poder Ejecutivo. Aunque a Patricia le cueste creerlo, el asunto es más complejo.

Estadísticas criminales de la República Argentina | Fuente www.argentina.gob.ar

Si se atienden sólo los datos informados por el Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC), en 2024 hubo en Argentina una tasa de homicidios de 3,8 por cada cien mil habitantes. Eso supone una reducción del 12,7 % (más incluso de lo que dijo Adorni) respecto a 2023. Durante el último año de gobierno del Frente de Todos la tasa había sido de 4,4 homicidios cada cien mil habitantes.

Ahora bien, según el mismo SNIC (que depende del Ministerio de Seguridad), bajo el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner ese índice también bajó respecto a su antecesor. Es decir, a la presidencia de Mauricio Macri de la que Bullrich fue ministra de Seguridad.

Mientras en los años de Cambiemos la tasa de homicidios tuvo un promedio de 5,45 cada cien mil habitantes, durante la gestión peronista ese promedio bajó a 4,62. Sin embargo, pese a las “evidencias”, nadie osaría hablar de “doctrina Frederic” o “doctrina Aníbal” para explicar tal mejora. Que Pato quiera anotarse un poroto porque en 2024 hubo menos asesinatos que en 2023, carece de seriedad.

Más insustancial aún es el relato bullrichista si los números del SNIC se miran por provincias. Respecto al año anterior, en 2024 los homicidios dolosos disminuyeron en Santa Fe un 55,3 % (de 398 a 178), en Ciudad de Buenos Aires un 14,3 % (de 91 a 78) y en la Provincia de Buenos Aires un 1,1 % (de 829 a 820). Pero en Córdoba subieron un 1 % (de 116 a 117), en Mendoza un 7,5 % (de 66 a 71), en Salta un 8 % (de 63 a 68) y en Entre Ríos un 23 % (de 40 a 49).

No sólo hay una enorme disparidad entre distritos, sino que en algunas provincias en las que sus gobernadores colaboran gustosos con las políticas de Milei, los homicidios subieron en lugar de bajar.

La medida más “audaz” (por decir algo) de Bullrich y Monteoliva en la materia fue el Plan 90/10 , basado en concentrar el accionar de policías provinciales y fuerzas federales en “193 municipios que concentran el 90 % de los homicidios, representando el 10 % del territorio nacional y el 70 % de la población argentina”. Pero ese plan se presentó en diciembre de 2024, es decir que tuvo nula incidencia en la baja de la tasa de homicidios de la que tanto alardean.

A Bullrich y Monteoliva también las desmiente la comparación regional. Ellas se adjudican como un “logro” propio que en 2024 Argentina haya tenido la tasa de homicidios más baja de América Latina. Llegaron a afirmar que si se encabeza el ranking de países con menos crímenes es gracias a “la voluntad y la decisión de ir contra todos aquellos que atentan contra la vida”. Una chantada.

Imagen Informe SNIC 2024

Un detallado informe publicado en 2024 por el Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (Celiv) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, compara las tasas de homicidios de todos los países de la región durante las últimas tres décadas. Una de las conclusiones es que Argentina lleva ya mucho tiempo siendo “uno de los países que registra las tasas más bajas” debido a un comportamiento social “bastante disímil al de otros países”.

Bullrich quiere instalar la idea de que, gracias a ella, Argentina es el país con menos homicidios. Pero estudios como el del Celiv o el del sitio estadounidense InSight Crime dicen algo distinto. En otros períodos, previos a su llegada al Ministerio, el país también tuvo una de las tasas más bajas del subcontinente. Y cuando no la tuvo fue, básicamente, porque otros países estaban mucho mejor que ahora.

Hace diez años Chile tenía 2,7 homicidios por cada cien mil habitantes, pero en 2024 duplicó esa tasa llegando a 5,5. En 2015 Ecuador tenía 5,7 (por debajo del índice de Argentina de ese año) y el año pasado alcanzó la friolera de 38,8. En el mismo período, Uruguay pasó de una tasa de 8 por cada cien mil a 10,6. Viendo esas variaciones, los investigadores de la UNTreF aclaran que “los homicidios, como todo registro estadístico, fluctúan en el tiempo” y por eso “es importante observar la tasa de homicidio no sólo para un año determinado sino como parte de una evolución o tendencia”.

El factor Rosario

En el detalle estadístico del SNIC sobresale la baja de los homicidios en Santa Fe. A nivel provincial, entre 2023 y 2024 las muertes por acción intencional de terceros pasaron de 398 a 178, una reducción del 55,3 %. Hasta el cansancio, Bullrich dijo que fue por su intervención directa. Pero no es así.

En marzo de 2024, tras un verano regado de sangre en el que fueron asesinados al voleo trabajadores como el colectivero Marcos Daiola, los taxistas Diego Celentano y Héctor Figueroa y el playero Bruno Bussanich, el Gobierno nacional decidió poner en pie el Plan Bandera . Lo hizo en acuerdo con el gobernador Maximiliano Pullaro, recién asumido.

El Plan Bandera se basó en la saturación de las calles del Gran Rosario con gendarmes, prefectos y policías federales, que reforzaron la militarización de los barrios populares y multiplicaron los operativos callejeros. Vale recordar que, acompañando la movida, Axel Kicillof colaboró “prestándole” a Pullaro, llave en mano, 80 patrulleros de la Policía Bonaerense.

Más allá de la puesta en escena y del gasto de recursos millonarios, la operación lanzada por el Ministerio de “Seguridad Nacional” no tocó ningún nervio central del negocio narco. Sin embargo, en poco tiempo los homicidios se redujeron de una forma más que sorprendente. ¿Mérito de la Doctrina Bullrich ? Para nada.

El periodista y docente Germán de los Santos lleva años investigando el tema. Junto a Hernán Lascano escribieron Los Monos. Historia de la familia narco que transformó a Rosario en un infierno (2017) y Rosario. La historia detrás de la mafia narco que se adueñó de la ciudad (2023). Sus crónicas en La Nación y en Radio Aire (Santa Fe) ilustran con certeza la situación de los últimos años.

En abril de 2024, cuando la ministra ya cacareaba su “éxito”, De los Santos la desenmascaró. En conversación con La Izquierda Diario , el especialista dijo que había “fuertes sospechas de una especie de ‘acuerdo’ entre los principales grupos y eso hizo bajar los homicidios. Patricia Bullrich salió a decir que era gracias al operativo Bandera , pero no tenía nada que ver con una política de Estado sino con una decisión del propio crimen organizado, que redujo casi tres veces los homicidios en Rosario. Hubo 39 en el primer trimestre contra 80 del trimestre anterior. Eso no tiene ninguna explicación en base a una política de Estado, porque no la hay”.

Hay quienes aseguran que en ese “acuerdo” entre bandas hubo una intermediación directa de emisarios de Bullrich y su secretaria Monteoliva, quienes se mostraban muy preocupadas por conseguir un efecto inmediato que tranquilizara a la población. Difícil comprobarlo. Lo cierto es que esa baja de los homicidios no fue obra de ninguna “doctrina” craneada en los despachos de Avenida General Gelly y Obes 2289. Todo fue obra de negociaciones entre narcos. Fin, diría Adorni.

Apologistas del crimen

“Por empezar, la estadística exacta de los homicidios siempre fue y será incierta. Históricamente, el índice de homicidios que hay en el país es de 3,4 cada cien mil habitantes, con variaciones hacia arriba o hacia abajo según las zonas. Y no hay ninguna política oficial que reduzca ese índice”, dice a La Izquierda Diario Ricardo Ragendorfer, periodista de larga trayectoria investigando crímenes y represiones.

Autor de libros indispensables como La Bonaerense (1997, junto a Carlos Dutil), Los doblados (2016) o Patricia. De la lucha armada a la seguridad (2019), Ragendorfer detalla que “entre el 30 y el 35 % de los homicidios que se cometen en el país son en ocasión de robo y el resto, entre el 65 y el 70 %, son crímenes intrafamiliares o intravecinales, de personas que se conocían previamente e integran la ‘parte sana’ de la población”.

Tomando esa distinción, al menos dos tercios de los homicidios dolosos no se pueden prevenir con políticas represivas, que por su propia naturaleza sólo pueden aplicarse ante hechos consumados. “El Ministerio de Seguridad no destina un vigilante en cada casa de un macho golpeador”, ironiza Ragendorfer sin perder certeza.

Bullrich y Monteoliva no sólo mienten al decir que los homicidios bajaron gracias a ellas, sino que sus políticas apuntan a que las muertes violentas a manos de terceros crezcan. Es el propio Gobierno el que tiene como esencia de su “batalla cultural” el odio a todo aquello que sea considerado zurdo, comunista o mandril. Odio que, en sus manifestaciones más desinhibidas, ya produjo amenazas e incluso ataques físicos directos de parte de simpatizantes de Milei.

Fomentados desde la Casa Rosada y cloacas como el canal Carajo, los sentidos comunes reaccionarios están a flor de piel. Por eso Ragendorfer agrega que “hay una causal que, por el contrario, haría crecer y no disminuir los índices de homicidios: se ha liberado legalmente en los últimos tiempos el uso y la portación de armas para civiles. Así, la mayoría de los homicidios en ocasión de robo se producen por la resistencia armada de la víctima”. ¿Más claro? Echale agua.

Hace siete años, cuando era ministra de Macri, la hoy senadora de La Libertad Avanza dijo a la salida de un bar de Río Cuarto: “Es un tema de las personas, el que quiere estar armado que ande armado y el que no quiere estar armado que no ande armado”. Su tono, tal vez aletargado por alguna ingesta previa, motivó chistes y memes. Pero lo que dijo era grave.

Ahora, la misma funcionaria impulsará desde su banca una reforma reaccionaria del Código Penal. De aprobarse el proyecto, la “libertad” de la población estará cada vez más condicionada por los caprichos de quienes ocupen el Poder Ejecutivo y, especialmente, el Ministerio de “Seguridad Nacional”. Los homicidios no se terminarán, pero sí habrá más cárceles y balas, como diría gustoso el exnarcodiputado José Luis Espert.

Ese ajuste represivo y punitivo es acompañado por una sistemática propaganda mediática que insiste con la idea de que Argentina es poco menos que un campo de batalla donde la gente cae como moscas a manos de hordas impunes de asesinos sueltos. “Es como si hubiera una actitud casi reverencial y sumisa ante la palabra ‘seguridad’”, afirma Ragendorfer, lo que incluye a muchos “opositores” que, a la hora de los bifes, apoyarán los planes mileístas para endurecer penas y empoderar tropas. “Pero diluir dentro de lo que se llama ‘inseguridad’ el concepto de ‘violencia urbana’, que es el verdadero concepto que hay que usar, es un error gravísimo”, sentencia.

Y aquí surge otra “curiosidad” epocal. Los cerebritos de La Libertad Avanza se niegan a pensar que, para que baje la tasa de homicidios dolosos, un factor clave es la mejora de las condiciones de existencia de la población, tanto materiales como subjetivas. Sería un exceso wokista para ellos ligar las posibilidades del descenso de los asesinatos con, por ejemplo, que todas y todos tengan un trabajo con derechos, una vivienda digna y una mejora sustancial de la salud y la educación públicas.

Por eso, mientras aplauden el ajuste de Milei que impide a millones siquiera llegar a fin de mes, inventan una “doctrina” policial para explicar la baja coyuntural de los homicidios. Una maniobra propia de personajes como Bullrich y Monteoliva, más ocupadas en perseguir y reprimir al pueblo trabajador que en darle una solución de fondo a la violencia social que reproduce el mismo sistema que ellas defienden a capa y espada.

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