La aparición de nuevas aperturas con perfil nocturno están convirtiendo a barrio Martin en un nuevo polo gastronómico con capacidad de convocar público joven y adulto. Un barrio que históricamente tuvo que recurrir a opciones más recostadas en avenida Pellegrini o hacia el centro, tuvo tres desembarcos en poco tiempo de la mano de bodegones, vermuterías y cervecerías que lo convierten en un lugar atractivo para las inversiones del rubro.
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Se trata de Sodita (3 de Febrero y Laprida), un local más vinculado al vermut que se instaló en una esquina donde antes funcionaba una fiambrería; Club de Maltas (Maipú al 1100), una cervecería de impronta cultural caracterizada por la movida de shows en vivo de jazz; y el Comedor El Favorito, un bodegón que le vino a dar un lavado de cara a la tradicional ochava de Buenos Aires y 9 de Julio que ya ocuparon Marbella y Gerónimo.
Revitalización
¿Por qué los empresarios están apostando por esta zona? Una de las respuestas está en la existencia de demanda. «Hace tiempo que los gastronómicos dicen que el barrio daba para mucho más. Y claramente es así, por la cantidad de gente que vive y el buen poder adquisitivo de esa población. Estuvo congelado mucho tiempo y recientemente empezó a dinamizarse. Era cuestión de que dos o tres gastronómicos se fijaran en él. Por suerte empezó a aparecer esta nueva propuesta, con algunos desembarcos interesantes», consideró Sebastián Chale, secretario de Gobierno del municipio.
Sin ser tajantes en la geografía, ya que Martin termina en Buenos Aires y se extiende hasta Córdoba, en esa zona mixta con el centro y el casco histórico rosarino, los tres se suman a proyectos recientes como el de Estudio Vino by 1562 (Laprida al 1500); la sucursal de la cervecería Digno de 3 de Febrero al 500; el nuevo bar del Anfiteatro (Bar Anfi); y lo que será el restaurante que funcionará en el viejo bar Munich, sobre la barranca, licitación que ya fue adjudicada en abril, se encuentra en obra y también incluirá un gimnasio.
No es que la zona no haya tenido opciones. El restaurante La Social y la histórica lomitería El Special (ambos en Necochea y Zeballos); el clásico Vittorio de 3 de Febrero y Alem; las cervecerías Rugen (Maipú y Zeballos) y Mosto (San Juan al 500); El Café de la Ópera (Mendoza y Laprida) y las sangucherías La Pulpería de Don Martin (Alem al 1200) y Focaccería Marzano (Mendoza al 600) configuraban una oferta sólida pero desperdigada, que no llegaba a constituir un paseo gastronómico bien delimitado como el de Pichincha.
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Ciudad multipolar
Otra de las causas de este fenómeno tiene que ver con las nuevas tendencias ligadas a la vivienda: hoy se ve un crecimiento de la gastronomía por fuera de los corredores tradicionales, entre otras cosas porque se diversificó la estructura de dónde viven los rosarinos, con un aumento demográfico en muchas zonas. Lo mismo sucede en barrio Abasto, Lourdes y lo que se denomina Pichincha Vieja, que también se posicionan como nuevos polos.
«Hay una tendencia de mejorar la oferta de bienes y servicios en distintos barrios, y de ahí surge el concepto de centro comercial abierto: llevar bienes y servicios a zonas donde antes no estaban, para que el público pueda resolver la compra en cercanía», explicó Alejandro Pastore, director de Centros Comerciales Abiertos de la provincia.
Esta descentralización significa salir de los puntos fuertes como es Pellegrini y Pichincha, mostrar que se puede ir a comer y tomar algo tomando distancia del ruido y la masividad de esas zonas, pero sin estar lejos. El ex presidente de la Asociación Empresario Gastronómica de Rosario apuntó que «en gastronomía, cuando una zona tiene un buen crecimiento demográfico y un nivel adquisitivo medio o alto, se transforma en un espacio ideal para que la oferta crezca«, definió.
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Oferta y demanda
La visión parece novedosa pero es sencilla: el centro también es un barrio con vecinos, y hay público para trabajar. En algunos casos, por la búsqueda de opciones cercanas para no trasladarse ante la sanción de Alcohol Cero y el revival del consumo de cercanía. En otros, por elementos puntuales como la existencia de un circuito entre el Teatro El Círculo y ciertos puntos del teatro independientes que deja una demanda insatisfecha de público que quiere cenar luego de asistir a una obra.
«Vimos el potencial de la zona por la poca oferta gastronómica nocturna, y fue en conjunto con encontrar un local funcional para restaurante y que se adaptaba a nuestra propuesta, que se basa en una carta de cocina clásica, sin muchas vueltas y todo elaborado por nosotros. Trabajamos mucho en el servicio, la decoración y no excedernos en los precios para que esté al alcance de todos», contó Sebastián Villarreal, uno de los dueños de El Favorito.
Por el lado de Club de Maltas, explicaron que eligieron la zona centro porque creen que «había muy pocos bares» con la propuesta que tienen en Pichincha. «La idea es trasladar lo que hacemos allá a esta nueva sede. De momento no estamos con propuestas culturales en este local, pero la idea es en un futuro poder trabajar de la misma manera que lo veníamos haciendo en el otro. Por razones lógicas es mucho más grande el volumen de gente que reside en esta zona y vemos la posibilidad de que puedan disfrutar de la propuesta sin verse en la obligación de trasladarse hasta Pichincha«, apuntó Gonzalo Quintana, uno de los socios.
En el caso de Sodita, tuvieron que liberar de imprevisto el local original de San Juan al 1900 y encontraron una nueva esquina en el centro. «Nuestra idea principal era mantener un poco la esencia que buscábamos, que era salir un poco de las plazas más pobladas de gente, como es Pichincha o Pellegrini, y seguir con el formato de barrio que nos gustaba: un poco más descontracturado, menos circulación de gente y menos lío, con una propuesta nocturna en un lugar donde había poca oferta, que estaba muy tranquilo, aunque también apostamos al día», indicó Tomás Palenzona, uno de los titulares.
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El futuro
Ahora bien, si barrio Martín va a consolidarse o no como polo gastronómico dependerá de varios factores. Uno de los desafíos tiene que ver con la disponibilidad física, es decir si existen locales con escala gastronómica que puedan habilitarse. Martin es una zona con no muchos espacios grandes. Es difícil pensar un fenómeno como el de Pichincha, donde una zonificación distinta permitió transformar antiguos usos en locales gastronómicos, incluso demoliendo propiedades para edificar desde cero.
En segundo lugar, se trata de un barrio que siempre tuvo un valor por metro cuadrado más alto que Pichincha en su etapa de crecimiento. La incógnita está en si ese crecimiento podrá sostenerse en el tiempo: habrá que ver si el consumo cierra la ecuación, porque los locales van a tener un canon locativo alto, propio de una zona con buen poder adquisitivo.
«De todos modos, es lógico pensar en un desarrollo gastronómico en el barrio: tiene identidad, tiene historia y acompaña la tendencia actual del consumo de cercanía. Hoy la gente lo prioriza por muchos factores: desde la restricción del alcohol al volante hasta los nuevos hábitos ambientales, con el uso de movilidad sustentable y la ciudad de 15 minutos. Hay demanda, porque la gente se volcó a vivir en estos barrios, se levantan PHs en terrenos donde antes había casas, y todo eso genera volumen de consumo«, cerró Pastore.
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