Dicen que hay jugadores que nacen con el arco dibujado en la retina. Que no necesitan brújula, ni mapas, ni tácticas laberínticas para saber hacia dónde va la pelota. Y Julián Vignolo parece ser uno de ellos. Lleva el ADN de ese tipo de futbolista. Hoy, con apenas 18 años, su nombre es susurro de pasillos, no sólo en el estadio Miguel Sancho, sino también en otros estadios que se lo imaginan jugando en sus terrenos de juego. El ‘Pollito’ de Nueva Italia se ha transformado por estas horas en un anhelo de varios dirigentes y lamento silencioso del hincha de Racing de Córdoba, que saben que quizás ayer fue su último partido con la casaca albiceleste. Ayer, en el empate 1-1 de la ‘Acadé’ en Mendoza ante Maipú, el protagonista de esta historia, marcó el tanto cordobés.
La noticia, inevitable, ya corre por los medios: la ‘Academia’ cordobesa habría vendido el 80 por ciento del pase del jugador a Barracas Central, por una cifra cercana al millón de dólares. El club de Nueva Italia se queda con el 20 por ciento de una promesa que ya cotiza como certeza. Mientras se define si terminará el torneo de la Primera Nacional con Racing o se vestirá de ‘Guapo’ para el Clausura, lo cierto es que Vignolo ya hace las valijas, aunque sin apuro y con los botines bien lustrados.
“Tiene las horas contadas en el club”, admitió sin rodeos el entrenador Héctor Arzubialde en la semana, al tiempo que agregó: “Me encantaría retrasar su situación, pero no creo que ocurra. Es un jugador diferente”. En su voz no hay rencor, sino esa melancolía de quien se despide antes de tiempo de algo que no quiere dejar ir. “Lo veo con humildad, con ganas de crecer. Y una velocidad… es el jugador más veloz que vi en toda mi carrera”, contó.
Fue en un partido frente a Ferro cuando Julián dejó de ser promesa para volverse grito. Participó en los cuatro goles del equipo y salió ovacionado como si llevara años en el club. Desde entonces, su nombre empezó a figurar en las agendas de Talleres, Belgrano, Racing de Avellaneda y hasta de clubes del exterior, como Pisa y Lecce, de Italia.
Pero su destino inmediato sería Barracas Central, el club del presidente de AFA Claudio Tapia, quien se volvería a quedar con otra joya emergente del fútbol del ascenso. Nada es casualidad en el fútbol de estos tiempos. Aunque el aroma de esta negociación no parece muy agradable. ¿Será Barracas el destino real de Vignolo? ¿O es sólo un pasaje a otro club de más trascendencia? ¿Por qué no aprovechar ahora la oportunidad de cruzar el océano? ¿Qué le aconsejó la familia al pibe de 18 años? ¿Qué trabó su llegada a Talleres, que parecía muy bien encaminada? Son muchas preguntas que se murmuran en el ambiente futbolero, cuando se dice es inminente el anuncio de la partida.
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El ‘Pollito’
La historia de Vignolo es la de tantos, pero también la de nadie. Nació en Arroyito, pero empezó a jugar en El Tío. Desde los 6 años el fútbol fue su modo de respirar. A los 12 llegó a Talleres, donde dejó de ser volante central para transformarse en delantero. “Ahí me di cuenta que lo mío estaba por los costados”, supo decir. Pero el trajín del viaje diario terminó pesando más que las ganas. Y regresó a sus pagos.
Sin embargo, durante la pandemia, cuando todo parecía detenerse, la vida le dio al ‘Pollito’ otra oportunidad: Racing de Nueva Italia. Al principio tuvo un par de pruebas fallidas, pero luego cambió el coordinador, asumió Sebastián Vezzani y le dieron otra chance. Y ahí quedó. Se mudó a la pensión, hizo amigos y encontró la rutina. Empezó a brillar. Su fútbol comenzó a conquistar.
Debutó en febrero de 2024, con Diego Pozo como técnico. Fue frente a Agropecuario, en el Sancho. “Me acuerdo la corrida cuando me llamaron. Gritaron ‘que venga el Pollo’ y no lo podía creer”, contó. Desde entonces, nadie más se atrevió a llamarlo promesa: fue presente. Fue gol. Fue vértigo. Lo dicho: el propio Arzubialde sostiene que es uno de los jugadores más veloces que le ha tocado dirigir.
Todos hablan de él. Que se va acá, que se va allá, que esperarán un poco más. Pese a todo, Vignolo entrena como si nada pasara. Escucha los consejos de su compañero Pablo Chavarría, que mucho de esto conoce. El ‘Pollito’ tiene 30 partidos oficiales jugando en el primer equipo albiceleste, con cinco goles y tres asistencias. Juega con libertad. Porque sabe, quizás sin saberlo del todo, que los pájaros que aprenden a volar en los clubes del interior suelen tener alas más fuertes.
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