En innovación la Argentina está en la cancha pero lejos del arco

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Vivimos en una era donde la revolución digital y la inteligencia artificial dejaron de ser promesas futuristas. Ya están acá. Y con ellas, la innovación dejó de ser un lujo o una ventaja competitiva. Hoy es una condición básica para que cualquier país pueda jugar en serio en la economía global.

¿Y Argentina? Está en la cancha, pero todavía lejos del arco.

Según el Global Innovation Index 2024, ocupamos el puesto 76 entre 133 economías. No es para festejar, pero tampoco para rendirse. Porque cuando se mira el detalle, hay señales de esperanza: destacamos en producción creativa, capital humano e investigación. Tenemos talento. Tenemos ideas. Lo que falta es el entorno que las potencie.

Y acá viene el punto clave: el cambio no depende solo del Estado. El sector privado —desde las grandes multinacionales hasta las startups que nacen en un garage— tiene el poder (y la responsabilidad) de liderar esta transformación. ¿Cómo? Invirtiendo en conocimiento, apostando por la tecnología y, sobre todo, impulsando el talento.

Un dato que lo confirma: el relevamiento Decime que usás IA sin decirme que usás IA realizado por IDEA mostró que 88% de los profesionales en Argentina ya usan herramientas de inteligencia artificial en su trabajo diario. Pero muchas empresas todavía no lo promueven ni lo incorporan en su estrategia. ¿Qué significa esto? Que la innovación está siendo empujada por las personas, no por las organizaciones. Y eso, aunque inspirador, no alcanza.

La innovación sostenible necesita estructura. Necesita visión. Necesita que las empresas acompañen ese impulso individual con programas de formación, espacios para experimentar y una cultura que no castigue el error, sino que lo entienda como parte del proceso.

Este será uno de los temas centrales del 61° Coloquio de IDEA, Juega Argentina, que se realizará en octubre en Mar del Plata. Porque innovar no es solo aplicar tecnología. Es animarse a mirar lo conocido con otros ojos. Es transformar lo que ya existe. Es agregar valor donde otros ven rutina.

En un país donde la incertidumbre es parte del paisaje, la resiliencia y la capacidad de adaptación son moneda corriente. Pero ahora hay que dar un paso más: convertir esa habilidad en modelos de negocio ágiles, con visión de largo plazo y capacidad de leer el entorno.

La buena noticia es que muchas empresas argentinas ya lo entendieron. La industria del conocimiento es hoy el cuarto complejo exportador del país. Y eso no es casualidad.

Para que este ecosistema crezca, el Estado tiene que hacer su parte: menos burocracia, menos distorsiones impositivas, más inversión en educación, ciencia y conectividad. Pero el sector privado no puede esperar. Tiene que liderar.

Porque frente a una tecnología que cambia todo, todo el tiempo, reconvertir habilidades ya no es una opción. Es una obligación. Y eso implica formar talento con visión global, capaz de adaptarse, pensar críticamente y crear.

Argentina ya demostró que puede competir. La pregunta ahora es: ¿estamos listos para sostenerlo y escalarlo?

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