Integraban una banda que desde la Unidad Penal Nº16 de Pérez armó cuentas de Facebook truchas para chantajear a hombres que, bajo engaño, les enviaron mensajes sexuales e imágenes íntimas.
Por haber llevado adelante una serie de extorsiones sexuales mediante perfiles falsos en redes sociales, dos reclusos fueron condenados este lunes y vieron ampliadas sus penas de prisión.
Uno de los condenados es Juan Scataglini, de 32 años, quien ganó notoriedad en las páginas policiales desde su adolescencia: a los 14 años fue señalado como el tirador que asesinó por encargo al gremialista de Camioneros Abel Beroiz, el 27 de noviembre de 2007, en un estacionamiento del centro de Rosario.
Scataglini ya cumplía una pena unificada de 10 años y 11 meses de prisión por robo y venta de drogas, y ahora sumó 5 años y 6 meses por tres hechos de extorsión consumada, tres en grado de tentativa y asociación ilícita, todos en concurso real. En total, deberá purgar 16 años y medio.
Su compañero de pabellón en la cárcel Nº 16 –ubicada entre Rosario y Pérez– David Nicolás Olivera (36) también fue condenado en un acuerdo de partes presentado por el fiscal Ramiro González Raggio y su defensa.
El juez Nicolás Vico Gimena homologó una pena de 10 años de prisión por los mismos delitos que Scataglini, más otra acusación adicional: haber participado de una balacera extorstiva contra una carnicería. Ya contaba con antecedentes por robo calificado. La pena final fue unificada en 14 años y medio.
Junto con los reos Juan Carlos Di Franco y Javier Abel Guzmán, los dos condenados habían integrado una sociedad delictiva que operó en la Unidad Penal 16 desde marzo de 2022 hasta aproximadamente octubre de 2023 dedicada al chantaje sexual.
Según explicó el fiscal Ramiro González Raggio, el grupo tumbero creó perfiles de mujeres en Facebook, entablaron conversaciones con distintos usuarios, a quienes pidieron imágenes íntimas y posteriormente les exigieron dinero a cambio de no difundir las fotos o escracharlos a través de distintas plataformas.
Aprovechando el descontrol penitenciario, desde el pabellón N° 2, el grupo utilizó nueve líneas telefónicas para llevar a cabo las extorsiones, siempre con la misma mecánica: iniciaban una conversación por redes sociales con hombres, el chat se tornaba caliente y una vez que entraban en confianza, solicitaban imágenes íntimas.
El paso siguiente era afirmar que el interlocutor ahora era el padre de la mujer, que –falsamente– resultaba ser una adolescente, menor de edad. Por ello, el varón que chateaba quedaba expuesto como potencial abusador o pederasta. Así, el preso solicitaba dinero para no denunciarlo o escracharlo en las redes. En algunas ocasiones, se aludía falsamente a una reparación económica ante la rotura del teléfono producido por un enojo del supuesto padre con la supuesta adolescente, al enterarse de la situación.
Una de las víctimas había mantenido un chat hot con una tal Luciana Villalva, quien luego tenía 17 años. Así lo contó: “Me enviaron capturas de pantalla de las conversaciones que tuve con Luciana, como así también fotos íntimas que había compartido con ella y capturas de pantalla del Facebook de mis tres hermanos y mi padre. Y dos audios. «Soy Darío Damián Villalva, el padre de Luciana, si no atendés el teléfono, si no te comunicas urgente, te lo voy a hacer televisivo, te lo voy a viralizar, vas a estar en todos los medios, vas a ser un abusador, tu familia no te va a querer y vas a perder todo». Esta víctima, finalmente, no pagó dinero alguno.
En algunos casos, los integrantes de la banda carcelaria decían ser allegados de Los Monos, o directamente de su líder Ariel Máximo “Guille” Cantero, para agregar mayor temor a las víctimas, que generalmente caían ante el relato bien armado. Incluso un policía llegó a pagar mediante esta artimaña.
Todos los internos estaban condenados. Uno de ellos, en agosto de 2024 había pedido la libertad condicional y salidas transitorias. Otro, estaba cerca de que se venciera su pena. El más conocido de los internos es Scataglini, quien a sus 14 años cobró 60 mil pesos para participar en el crimen por encargo del tesorero del sindicato de Camioneros Abel Beroiz –que recibió puñaladas y tres disparos– en el estacionamiento del Automóvil Club de Rosario (ACA), en la plaza Montenegro, en pleno centro. Ese homicidio fue perpetrado el 27 de noviembre de 2007 y en ese entonces, Scataglini no era punible.