La Academia Nacional de Periodismo premió a Leila Guerriero y Jorge Fernández Díaz

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La Argentina, como cada 7 de junio, conmemora el Día del Periodista, y este año la Academia Nacional de Periodismo distinguió a dos figuras clave del oficio. A la celebración se sumó un reconocimiento especial: la Pluma de Honor, uno de los premios más importantes del sector, otorgada a Leila Guerriero (2024) y a Jorge Fernández Díaz (2025), por sus aportes al periodismo y a la literatura.

De acuerdo a lo informado por la Academia, ambos fueron elegidos por unanimidad por su compromiso con “la sana convivencia democrática entre los argentinos, incluso en tiempos de disidencia”.

Premio a Jorge Fernández Díaz

Antes de la entrega de premios, hubo un emotivo homenaje a Jorge Lanata, quien falleció a fines de diciembre, a los 64 años, tras permanecer más de seis meses internado en el Hospital Italiano por una neumonía.

Esto no les gusta a los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

En representación del periodista, sus hijas Bárbara y Lola, subieron al escenario a recibir el diploma que lo nombra académico honorario, de manera póstuma. El periodista Joaquín Morales Solá las recibió en el escenario donde aseguraron: “Este reconocimiento le hubiese significado mucho, no solo por su carrera, sino porque siempre defendió la libertad de expresión. Para nosotras es una forma de seguir acompañándolo. Su voz sigue presente. Nos enseñó con su trabajo, que fue el motor de su vida. Papá vivía buscando proyectos, historias para contar, programas para hacer. Así fue hasta el final”, expresaron.

Entrega de premios Pluma de Honor de la Academia Nacional de Periodismo

Barbara y Lola Lanata

Jorge Fontevecchia, Barbara y Lola Lanata

Jorge Fontevecchia, Barbara y Lola Lanata

«Este acto público se hace en un contexto en el que el periodismo recibe un hostigamiento casi diario por parte del presidente de la Nación«, lamentó Morales Solá, antes de entregar los reconocimientos. «Desde aquí le decimos al señor presidente de la Nación con el mayor de los respetos a su investidura, no existe la libertad si no existe un periodismo libre que pueda trabajar con tranquilidad«, destacó.

Mientras hubo gente que se quedó afuera porque la sala colmó su capacidad, como Hugo Alconada Mon, entre otros periodistas. Dentro de la sala estaban Facundo Manes, Nelson Castro, Jorge Fontevecchia, Graciela Fernández Meijide, José Ignacio López, entre otras personalidades destacadas del periodismo y la política.

Graciela Fernández Meijide, José Ignacio López

Seguidamente, continuó la ceremonia con la entrega de los premios principales con la conducción Fernando Bravo. La primera en recibir la Pluma de Honor fue Guerriero, autora de libros como Frutos extraños, Los suicidas del fin del mundo y La llamada, que ganó el Premio de la Crítica en la última Feria del Libro de Buenos Aires. Declarada Personalidad Destacada de la Cultura, colabora con medios de América Latina y Europa, y actualmente escribe columnas en el diario El País, donde reflexiona sobre los límites entre lo público y lo íntimo, entre el testimonio y la crónica.

Durante su discurso, recordó dos momentos clave de su carrera: “Hoy, las hijas de Jorge Lanata reciben el diploma que le entregaron a su padre el año pasado y Jorge Fernández Díaz recibe la Pluma de Honor 2025. Hay algo especial en eso: Lanata fue quien me dio mi primer trabajo en Página 30 en los 90. Fernández Díaz, cuando me fui de La Nación en 2009 después de 13 años, se acercó y me dijo: ‘Lo que necesites, cuando lo necesites’. Y cumplió.

Leila Guerriero

«Este premio está ligado a dos hombres que marcaron mi camino: uno que vio a una periodista en mí antes que yo misma; otro que, con más experiencia, me tendió una mano en un momento difícil”, siguió.

Y cerró con una reflexión: “No sé si hice mucho por la libertad de expresión, pero intento contar historias sin simplificar, con matices y contradicciones. Ser fiel a una idea que sostengo desde que empecé: no se trata de llegar primero ni más rápido, sino de llegar mejor”.

Leila Guerriero y Gustavo González

Por su parte, Jorge Fernández Díaz, miembro de la Academia Argentina de Letras y columnista de La Nación, también fue reconocido con la Pluma de Honor 2025. Su obra más reciente, El secreto de Marcial, le valió el prestigioso Premio Nadal, uno de los máximos galardones de la literatura en español.

Leila Guerriero y Jorge Fernández Diaz

En su discurso, Fernández Díaz advirtió sobre los desafíos actuales del periodismo: “El periodismo está en la mira del poder. Hoy es acosado por quienes usan las redes y la tecnología para desacreditar a quienes no se alinean con el oficialismo que quiere domesticar nuestra profesión”. Denunció además el uso de recursos públicos para señalar a periodistas como “enemigos del pueblo”, y resaltó que atacan a la prensa porque somos los únicos capaces de descubrir la verdad y romper el velo del engaño.

Joaquín Morales Sola

Esta ceremonia tuvo lugar este jueves en el auditorio Borges de la Biblioteca Nacional, donde también se destacó la importancia de la libertad de expresión y el compromiso con la convivencia democrática en la Argentina actual.

Fernández Díaz «Nos atacan porque somos los únicos que podemos rasgar los velos del engaño»

Discurso completo de Jorge Fernández Díaz:

«Cuando mi padre, que era mozo de un bar, se enteró de que yo quería ser periodista, me dio por perdido. Creyó sinceramente que yo quería ser vago. Porque nadie se metía entonces en el periodismo ni para ser famoso ni para ser rico. Se metía para llevar una vida apasionante y también porque el periodismo era la literatura por otros medios. Tenía razón mi padre. Las viejas redacciones eran tierra de diletantes. Eran una suerte de bohemia ahora perdida.

Te tocaba ir a la morgue y luego a cenar con un redactor ignoto que era un erudito y que en la sobremesa te recitaba La divina comedia o El Quijote. La redacción fue mi casa, mi taller, mi atalaya, mi vida. Ahí me forjé como periodista y como hombre. He trabajado codo a codo y he sido jefe o camarada o lector constante de algunos de los mejores profesionales de la Argentina.

Y es por eso que cada vez que un un gobierno ataca a uno de ellos, siento que está atacando a mi familia. No puedo evitarlo, son mi familia.
Son mi familia y conozco el rigor, el tesón heroico y la buena intención con que trabajan día a día. También conozco, soy veterano, y por lo tanto no soy ingenuo, los actos innoble que el periodismo puede cometer.

No me refiero ahora a la fiel infantería del periodismo, que suele recurrir al pluriempleo porque está mal paga, pero que recorre cotidianamente el territorio y nos trae información muy valiosa desde las entrañas mismas del palacio inexpugnable. Me refiero a muchos otros que realmente operan o se corrompen y que además han perdido la humildad del oficio.

En este gremio siempre hubo canallas y honestos, precisos y mentirosos, brillantez y mala praxis. Y ahora están pagando justos por pecadores. Una vez más el periodismo está en la mira del poder. Ahora mismo. Hoy es acosado muy especialmente por ingenieros del odio que usan las redes y los servicios y que pronto usarán la inteligencia artificial para desacreditar a los periodistas o al menos a los que se resisten a ensalzar a un oficialismo que busca acabar con nuestra profesión o de mínima domesticarla, que es más o menos lo mismo. Una facción que con la tecnología y los recursos públicos marca periodistas y le señala a sus fanáticos quiénes son los enemigos del pueblo. Con las implicancias criminales que representa esta insólita decisión de Estado. Y que quiere instalar la estúpida idea de que el periodismo se encuentra en proceso de extinción.

Si fuera así, compañeros, compañeras, ¿para qué se toman tanto trabajo y tanto dinero en intentar destruir a sujetos tan decadentes e insignificantes? No, el periodismo en un país donde la oposición republicana mira para otro lado y va defeccionando de sus principios, es la última resistencia de la democracia liberal y la última barrera contra la gran mentira.

Nos atacan porque los periodistas somos muy peligrosos. Claro, somos los únicos que podemos rasgar el velo del engaño. Desde hace algunos años, los gobiernos se han convertido en factorías de relato diario, en una productora de contenidos, en una fábrica incesante de literatura de ficción. Controlan más la narrativa y la agenda que los propios actos de gobierno.

El relato es la la gestión. Y ese relato está plagado de bulos, manipulaciones, datos incorrectos, mentiras, calumnias, falacias y mucha mucha contabilidad creativa. Los periodistas con sus datos veraces, con sus números independientes y con su sus argumentaciones lúcidas son un incordio porque atacan el corazón mismo de la ficción gubernamental. ¿Cómo no vamos a ser un peligro? ¿Cómo no vamos a ser los malos, sucios y feos de la historia? ¿Cómo no vamos a ser tachados de corruptos y de cadentes? ¿Cómo no vamos a integrar un oficio maldito? Somos el único obstáculo para una hegemonía de la acción y la palabra, para un soliloquio de poder.

Soy consciente de que los periodistas debemos seguir estudiando a medida que ejercemos el trabajo, que debemos conseguir más calado profundo en nuestras visiones y reflexiones. Y sobre todo creo que debemos hacer una autocrítica profunda. Sabemos que algunos colegas han decidido ser ricos y famosos a cualquier precio. Que repiten con entusiasmo consignas dictadas por mandarines con billetera y que incluso se suben a campañas sucias contra disidentes. También que hay quienes temen pensar fuera de la burbuja de sentido o hablar y escribir contra su su propia audiencia.

Nuestra audiencia no puede ser nuestra tirana. Porque entonces perdemos tarde o temprano la autoridad moral. Y si perdemos eso lo perdemos todo. A veces es preferible perder con honestidad que convertirnos en un camarón. Hay colegas que no quieren admitir un error y eso es un error tremendo. Si erramos, lo decimos lo más rápidamente posible, porque esa es la ley primera.

Pero no erramos cuando nos dice el poderoso, sino cuando nos lo demuestra la evidencia objetiva. El poderoso miente por naturaleza. Y hoy tiene muchos empleados disfrazados de tuiteros y youtubers construyendo fake news y jugando al fusinamiento mediático y a la posverdad.
Buscando que tengamos miedo con linchamientos, ejecuciones simbólicas, escarmiento y estigmatización, todo para inhibir críticas y cuestionamientos. Sí, somos muy peligrosos los periodistas.

Somos parte esencial de la democracia y si no dijéramos cosas incómodas y no fuéramos peligrosos, la democracia tal y como la conocemos y anhelamos no sería posible. Solo serían posibles el monólogo, la hegemonía y la propaganda. Y la autocensura.

Arturo Pérez-Reverte, cuando ganó el premio Mariano de Cavia, contó en su discurso lo siguiente: ‘Yo tenía 16 años, quería ser reportero y cada tarde al salir del colegio frecuentaba la redacción del diario La Verdad. Estaba al frente de este de este diario Pepe Nerli, un veterano periodista.
Empezó a encargarme cosas y un día me ordenó que entrevistase al alcalde de la ciudad. Y cuando abrumado por la responsabilidad respondí que entrevistar a un alcalde era demasiado para mí y tenía miedo de hacerlo mal. El veterano me miró con fijeza. Encendió uno de esos pitillos que antes fumaban los viejos periodistas y dijo algo que no he olvidado nunca. ¿Miedo?, Mira, chaval, cuando lleves un block y un bolígrafo en la mano, quien debe tenerte miedo es el alcalde a ti’. ‘Pienso en eso. Pienso en eso a menudo, agrega Arturo Pérez Reverte. Y últimamente más todavía, cuando lleves un block y un bolígrafo en la mano, quien debe tenerte miedo es el alcalde a ti. Me gusta que los alcaldes, incluso los buenos alcaldes, tengan miedo. Los alcaldes y los ministros. Y los presidentes de gobierno y los líderes de la oposición y los obispos y los reyes y todos cuantos de una u otra forma condicionan nuestra vida. Me gusta que todos ellos tengan un saludable miedo a una prensa libre cuyo único límite sea el Código Penal. Miedo al titular en primera página la información veraz, a la columna explicativa, rigurosa, lúcida, miedo a la voz de los periodistas libres y de los hombres y mujeres libres que los leen’.

Pérez Reverte tiene razón y creo que la sociedad agradece esa valentía y esa tarea cotidiana. El país próspero fue diseñado por periodistas, Moreno, Sarmiento, Mitre, Alberdi, Mansilla, los hermanos Gutiérrez, fueron ellos desde los diarios y con sus crónicas y columnas de ideas, quienes discutieron ardorosamente y alumbraron la modernidad. con sus defectos y sus aciertos, con las luces y sombras de aquella época.
Pero fueron ellos los que fundaron el periodismo y los valores de la patria. No queremos lo suficiente a los periodistas. Gracias por todo».

MVS / Gi

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