Por Luciano Tamous
Hace muchos siglos, existía el trueque. Usted necesitaba un pollo, lo adquiría mano a mano por una bolsa de naranjas. Todo funcionaba perfectamente, pero cuando el comercio marítimo y las poblaciones adquirieron mayores dimensiones, el trueque mostró sus limitaciones. Es por eso que se inventó el dinero.
El hombre inventó el dinero y vio que era bueno. Y juntamente con el dinero se inventó la usura, que para algunos era tan buena como el dinero, aunque para las mayorías que tenían que pagar intereses no. Inmediatamente apareció su condena. Pero usura, que se refiere a la tasa de interés como contraprestación del uso del dinero, no se condenaba por el exceso de las tasas de interés, sino porque no se concebía el cobro de intereses. Si los intereses hubiesen sido bajos también se condenaba la usura. El dinero, se había inventado para ser consumido. Entonces el dinero era un bien. Los pensadores antiguos, asimilaban al cobro de intereses como algo antinatural. Alguien prestaba dinero, pero quería que se le devuelva el dinero juntamente con intereses. ¿Cómo se pretendía cobrar intereses por el préstamo dinerario? Sería como si alguien alquilara una costeleta.
Escapa de este texto el interesante tratamiento que dio el derecho romano a la usura. Al principio lo condenaba, pero después cuando establecen topes a las tasas de interés. Diferenciaban las tasas de interés a cobrar teniendo en cuenta al deudor. Los intereses no podían superar el doce por ciento anual.
El dinero gracias a la usura se convirtió en un ser que se reproducía permanentemente. Este ser poseía y posee hoy en día una voracidad sorprendente. Se alimenta de la gente, principalmente de la gente pobre que no tiene otra escapatoria que endeudarse.
En el derecho romano, en un principio no se permitía el préstamo con intereses. El préstamo dinerario se llamó mutuum. Era un contrato que no podía establecer intereses. Con el tiempo los intereses se cobraban porque además del mutuum había un contrato accesorio donde se regulaban los intereses. El dinero cobraba vida con la usura. Se convertía un ser dispuesto a reproducirse. ¿Sabe cómo se dice interés en latín? fenus, que viene de fetus: feto.
El Antiguo testamento en el libro de Éxodo, Deuteronomio, Ezequiel, Levítico se condena la usura. En el Nuevo Testamento, en el libro de Lucas exhorta a prestar sin esperar nada a cambio.
El Corán prohíbe la usura: Alá permitió el comercio y prohibió el interés. Exhorta a renunciar al cobro de intereses. En caso de desobedecer, se desata una guerra entre Ala y su Mensajero, contra el desafiante.
En Argentina, si bien se tipifica el delito de usura, su tratamiento es ineficiente y la codificación civil y comercial, hasta admite la capitalización de intereses, lo que es conocido como anatosismo (néctar de la usura).
El Pacto San Jose de Costa Rica art. 21 inciso 3. “…Tanto la usura como cualquier otra forma de explotación del hombre por el hombre, deben ser prohibidas por la ley”.
Permítame pedirle que no se centre en la idea de usura como el cobro excesivo de intereses. Veamos a la usura como una concepción ideológica, donde el dinero debe considerarse como un ser, un ente, que puede reproducirse. Esta concepción coloca al dinero en el centro de la escena. Este ser monstruoso, superior a cualquier mortal, tiene que tener asegurado su posibilidad de entrar y salir de un país sin dificultad, sin trabas, sin riesgos. Y en efecto lo hacen: entran y salen de países que declinan su soberanía, mientras miles y miles de migrantes se les niega esa posibilidad.
Cuando se anuncian planes económicos en un país y nada se dice de creación de empleo, ni creación concreta de fuentes de trabajo. Donde se acepta el rol de productor de materia prima, sin intentar una mínima industrialización, estamos en muy malas manos.
Si alguien le aconseja a usted que deje de trabajar y póngase a buscar créditos, usted dirá:¿cómo los pago?
Es que la idea de derecha, considera que este ser monstruoso, se basta a si mismo y se reproduce por arte de magia: no hace falta crear empleo, no hace falta que se creen fuentes de trabajo. ¿Para qué?
Esta es la concepción del dinero como un ser superior que no hace más que reproducirse. Entonces ¿qué más queremos?
Los préstamos realizados a la Argentina por los organismos internacionales, son exclusivamente para la fuga. Los organismos internacionales prestan dólares y saben perfectamente que al poco tiempo ese dinero es depositado en los bancos de los países centrales de occidente como consecuencia de la fuga de divisas.
Hay una auto-descalificación de la gente en lo que refire a analizar la política económica. Hay que saber qué es: el waiber, el carry trade, el contado con liquid, la tasa libor, la tasa bibor, etc. Lo que debemos analizar es lo que se dice de crear laburo, de impulsar la creación de industrias. Si estos últimos términos no aparecen en los discursos el programa no sirve, nos lleva a la aniquilación.
Año 2.035: En la ciudad de Washington, un grupo de turistas se encuentran en la intersección de la 19 st y Pensylvania Avenue. Un hombre que se seca el sudor de su frente con una servilleta de papel, que dobla meticulosamente y desiste de guardarla en un bolsillo, habla a la concurrencia (que no es mucha) y recita una historia sobre la construcción, quiénes fueron los arquitectos, el simbolismo del poder a través de la arquitectura. Pide disculpas, porque el guardia que se encuentra dentro del edificio, tiene que hacer fuerza para poder abrir la puerta que se encuentra un poco desbalanceada. Comienza la recorrida por el edificio. El discurso del guía, luce esplendoroso, debido al eco. Un hombre negro pide ir al baño. El guía le indica que es por un pasillo hacia el final. El hombre negro observa un poster que se encuentra en medio del pasillo. Una fotografía en blanco y negro, donde aparece en el centro un edificio blanco. Una puerta en el centro y dos ventanas a cada lado. Posan en la foto dos mujeres negras con guardapolvos blancos, un señor con barba larga y sombrero, que parece un cazador, dos hombres negros de sombrero y trajes oscuros. Nadie riendo. Sólo dos niños descalzos ríen mostrando sus dientes faltantes. El turista negro le pregunta al guía sobre el póster. El guía admite que no tiene idea. El turista negro insiste. El guía corre el póster para un costado y copia el número en una especie de ordenador manual. Inmediatamente responde: es la inauguración de un centro asistencial. Aclara: un centro de primeros auxilios. Agrega que data de fines de los años sesenta, principio de los setenta. El señor negro pregunta de qué país se trata. El guía se fija en su ordenador de mano, y lamenta no tener datos. El hombre negro insiste. El guía busca. No hay datos, dice. Pero trata de llevar alivio al hombre negro: si no hay datos, es porque ese país ya no existe más.